Esta religion como cualquier otra también tiene sus mandamientos y principios. (si no sabes de que estoy hablando te invito a leer El trabajo: la religión más practicada del siglo XXI)
1. Amarás al trabajo por encima de todas las cosas.
No tendrás otros propósitos ni dioses que no sean tu trabajo. Si algún día dudas entre descansar o atender una reunión que debió ser un correo, recuerda que los verdaderos fieles siempre eligen el trabajo. Ya habrá tiempo para vivir… cuando te jubiles.
2. El trabajo te dará propósito (aunque te quite el alma).
Dedicarás al menos la mitad de tu vida despierta a esta sagrada causa.
Cada mañana abrirás Slack antes que los ojos, rezarás a San KPI, y con devoción entonarás el cántico: “¡Hoy sí voy a ser productivo!”
Maldecirás los domingos porque se apoderan de ti demonios como el ocio, la contemplación y el descanso. Pero bendecirás los lunes, aunque te levantes con ganas de lanzarte por la ventana.
Cuando te pregunten “¿Quién eres?”, no dirás tu historia, ni tus pasiones, ni tus dudas existenciales: dirás tu cargo y tu empresa. Porque el trabajo te define, ¡aleluya!
Tus amistades serán tus coworkers, tus crushes también. ¿Para qué salir al mundo si el coworking es el nuevo templo?
El burnout es una prueba divina. Solo los débiles lo sufren. Los fuertes lo transforman en un Reel sobre resiliencia.
Estudiarás sin parar. No para aprender, sino para obedecer al Dios Mercado: si toca aprender AI, aprendes. Si toca ser Agile, serás más ágil que un Pokémon. Todo por la gloria del CV.
3. El trabajo es la única vía al éxito eterno.
¿Quieres seguridad? Trabaja.
¿Quieres viajar? Trabaja más, ahorra, pídele permiso al Santo Manager y prepárate para enviar correos desde Cancún.
¿Quieres ser importante? Multiplica tus horas, acepta más reuniones, sonríe con gratitud al nuevo título (y al aumento simbólico de sueldo).
¿Quieres auto-realización? Sé CEO. O por lo menos, sé alguien que parezca importante en LinkedIn.